Al
comenzar una clase de 3º de ESO, vino una compañera al aula a
hacerme una pregunta. Antes de hablarme, se quedó mirando cómo mis
alumnos trabajaban en silencio, atónita
-
¿Cómo lo has conseguido? Si éstos cuando están conmigo, ¡no paran de hablar y molestarse entre ellos!
Lo
que le conté un rato que tuvimos poco después, es lo que voy a
compartir hoy con vosotros. No son reglas complicadas ni depende del
carisma del profesor (aunque todo cuenta) ni las he inventado yo,
sino que es la suma de lo que he aprendido como estudiante y después
psicólogo en ejercicio, como profesor con 26 años de experiencia
docente, y también gracias a que he conocido tres sistemas
educativos distintos: la enseñanza concertada (9 años) y la
enseñanza pública en España (16 años) y por otro lado, la
enseñanza en el extranjero (1 año en California).
1.-
NUESTROS ALUMNOS SERÁN LO QUE ESPEREMOS DE ELLOS (EL EFECTO
PIGMALIÓN)
Rosenthal
y Jacobson, en
una investigación clásica,
informaron
a un grupo de profesores que a sus alumnos se les había realizado
una prueba para evaluar sus capacidades
intelectuales.
Luego, se les indicó cuáles habían sido aquellos que habían
obtenido los mejores resultados y
que
serían los que mejor rendimiento tendrían. Al finalizar el curso
así fue, aquellos que habían sido considerados mejores tuvieron un
rendimiento mayor. La cuestión estaba en que la prueba que evaluaba
la capacidad intelectual de los alumnos nunca se realizó. Los
grupos eran aleatorios, no separados por inteligencia ni capacidad.
¿Qué
sucedió entonces para que unos chicos señalados al azar como los
“mejores” llegaran a convertirse en ello? Los
profesores tuvieron
altas expectativas en relación a ellos y actuaron a favor para que
estas se cumplieran.
Así, el clima, la actitud y la predisposición a enseñarles era
diferente y más especial. Además, estudios posteriores con
estudiantes de diversas edades confirman estos resultados.
Aunque
esto
es algo más complejo de lo que parece, ya que estas expectativas
tienen que ser reales y estar fundamentadas y arraigadas en la mente
del adulto que supervisa la educación de esos jóvenes. Es decir, el
efecto Pigmalión se produce por lo que comunicamos a través de
nuestros gestos, actitudes y mensajes implícitos en lo que decimos
de
una manera positiva, por
lo que si queremos buenos resultados tenemos que creer en nuestras
palabras.
Así
que es posible sacar lo mejor de los
alumnos si las
expectativas son positivas, y
esto es fácil en los grupos que efectivamente, su comportamiento e
implicación es bueno. ¿Qué pasa cuando esto no ocurre? Normalmente
la expectativa del profesor puede torcerse y dejar de ser útil para
conseguir que los alumnos rindan más. En estos casos, es bueno
considerar su conducta de una manera más global. Me explico:
Tuve
un compañero en Novelda, que ejercía como psicólogo en el
departamento de orientación y que también tenía una empresa
familiar de construcción. Decía que los alumnos con TDHA
(Transtorno con déficit de atención e hiperactividad) no eran
buenos alumnos, pero él los buscaba para trabajar en su empresa
porque eran los mejores, ya que los trabajos físicos que implicaban
movilidad eran su ambiente laboral más propicio. Los alumnos muchas
veces tienen
conductas que quizá en el contexto escolar no sean las más
adaptativas, como ser ruidosos, movidos
o demasiado comunicativos, pero
esas conductas pueden ser adecuadas y útiles en otros ambientes. En
cualquier caso, eso
no
les
descalifica como personas, simplemente hemos
de centrarnos en que
entiendan que no
tenemos nada personal contra ellos, pero han
de elegir comportarse de otra manera cuando están dentro del aula.
Nuestros
alumnos son adolescentes, cuya capacidad de comprensión se asemeja a
la de un adulto, si consideramos que han llegado a la etapa de
orperaciones formales, según Piaget. Pero no son adultos en lo
demás, lo cual implica que pueden tener una baja capacidad de
autocontrol, baja resistencia a la frustración y no ser capaces de
demorar la gratificación cuando se esfuerzan por algo. Esto implica
que nuestro trabajo no termina en la transmisión de contenidos
(puede que eso fuera cierto hasta el sg.XX) sino que el rol de
profesor, nos guste o no, ha pivotado de ser un mero erudito/experto
en una disciplina, a requerir más habilidades que se aproximan al
campo de la psicología y de la asistencia social. Algunos profesores
se quejan amargamente de esta transición de rol. Seguro que muchos
habéis oído frases del estilo "yo no soy un policía, vengo a
dar mi asignatura" "si no vienen con los modales aprendidos
de casa, que no vengan". Y es cierto que la familia es
fundamental, la variable que muchas veces explica el éxito o fracaso
de los alumnos en el contexto escolar y en la vida, pero los
profesores que ejercemos en el siglo XXI hemos de ser capaces de
aportar todo lo posible para contribuir al éxito de nuestros
alumnos, sin buscar excusas para trabajar menos y centrarnos en un
rol obsoleto y reduccionista.
Antes
de comenzar con los principios
y los protocolos , voy a
hablar de una herramienta que considero imprescindible, especialmente
a principio de curso, por muchos motivos: El mapa de la clase
2.-
EL MAPA DE LA CLASE.
El
inicio de curso, especialmente con alumnos que no nos conocen, es muy
importante, ya que sienta las bases de cómo pueden ir las cosas
durante todo el año escolar. Esta herramienta es fundamental en el
planteamiento que propongo.
Consiste
en algo muy sencillo, simplemente es un esquema en el cual se dibujan
los pupitres tal como el profesor quiere que se sitúen en el aula, y
en el que se ponen los nombres de los alumnos. Os pongo un ejemplo
real de un grupo de 3º de ESO en la figura de abajo. Podéis ver que
hay alumnos en parejas, y otros en mesas individuales
Los
alumnos son reacios inicialmente a ser situados en un sitio
determinado que no hayan elegido ellos. Algunos creen que tienen
"derecho" a elegir su situación, y aunque es cierto que
algunos podrían ejercer tal privilegio adecuadamente, mi experiencia
es que normalmente los alumnos más disruptivos se sitúan en lugares
que suponen un mayor riesgo de que su conducta sea inadecuada. Para
que lo admitan, aunque sea a regañadientes, hay que explicar por qué
se toma esa medida, y hay que hacer énfasis en lo positivo que
conlleva. Las razones que se les dan para que estén en el lugar
asignado son las siguientes:
-
Permite que el profesor llame por su nombre a los alumnos desde el primer día
-
Ayuda a que pueda aprenderse los nombres de todos más rápidamente
-
Es el medio de control de retraso o asistencia. Si un asiento está vacío, es que ese alumno no ha venido, así que es importante no equivocarse de sitio
-
Todos los puntos por intervenir en clase se otorgan topográficamente, es decir, por el lugar. El profesor pone el punto sin mirar el nombre, sólo por la situación del pupitre, para que la clase sea más dinámica y no interrumpida por tener que parar a mirar nombres en una lista.
-
Cada cierto tiempo se cambiará de lugar a los alumnos. No van a ser fijos para todo el curso
-
Si hay circunstancias especiales para cambiar de sitio, se puede comentar en privado al profesor
-
este sistema fomenta el que aprendan a relacionarse con compañeros que inicialmente quizá no elegirían. Puede ser un descubrimiento interesante para ellos, y también una oportunidad de aprender a relacionarse con compañeros de trabajo, una habilidad muy importante para su futuro laboral
-
El sistema aumenta la cohesión del grupo, ya que a final de curso habréis estado sentados junto con algunos compañeros que no conocíais tanto.
-
Evitamos que estén con los amigos que más les apetece hablar. Esto es importante, ya que esto suele acarrear problemas para mantener la atención a algunos alumnos. Mi metáfora favorita es decirles que lo último que hay que hacer si una persona está a dieta es llenarle la nevera de pasteles, así que es mejor que sus mejores amigos tampoco estén muy cerca. Técnicamente, esto se llama control de estímulos
3.-
EL CONTROL DE ESTÍMULOS
Veremos
que el mapa de clase tiene más usos, pero lo que se les dice
inicialmente es lo de esta lista. La ventaja fundamental, en mi
opinión, es que el mapa de clase funciona muy bien porque permite
el control de estímulos y facilita el refuerzo de la conducta de
atención. En los grupos con
muchos problemas de atención, se puede optar por dejar a algunos
alumnos sin compañero, en
mesas individuales, de
manera que el control de estímulos se lleva a su máxima expresión.
Lejos de ser rechazado, es algo que piden algunos alumnos, ya que son
conscientes de que necesitan de un apoyo externo para controlar sus
reacciones. El control de
estímulos consiste, por tanto, en eliminar todos los estímulos que
pueden servir de desencadenantes, o ayudar a ser el gatillo, de
deteminadas conductas que intentamos eliminar en el contexto del aula
Para
fortalecer la adhesión al sistema, es bueno usar el mapa para decir
los nombres de pila de cada alumno desde el principio, y usarlo
enseguida para otrogar puntos por participar a los alumnos que lo
hacen.
4.-
EL REFUERZO DE LA CONDUCTA DE ATENCIÓN, INCOMPATIBLE CON LA
DISRUPTIVA.
Hay
profesores que están en contra del refuerzo, de los premios de
cualquier clase. Argumentan que los alumnos han de hacer las cosas
porque es su obligación, no porque se les haya que dar ningún
premio. Yo suelo preguntar:
-
Dime una cosa ¿Tú vienes a trabajar porque es tu obligación? ¿Nada que ver con que te premien por ello?
-
Bueno, en general, es así...
-
Entonces no tendrás inconveniente en ingresar tu nómina en mi cuenta ¿Verdad? No te preocupes, yo te voy pasando dinero para tus gastos. El resto que sobre, me lo quedo porque a tí no te hace falta, ya que sería un premio, ¿O no funciona así la cosa?
La
verdad es que la idea de
que las personas sólo actúan por motivación intrínseca, o
deberían hacerlo siempre así,
es una falacia, incluso para los adultos. Si
tienes un jefe que te aplaude tus aciertos, irás más feliz a
trabajar que si sólo se dirige a tí para recriminarte por tus
errores (y ante esos jefes tiranos hay subordinados que ni siquiera
el sueldo les compensa) Nosotros no vamos a utilizar premios físicos,
aunque en determinados casos sería adecuado, sino de tipo social,
verbal, más intangibles. Hablamos usar técnicas sencillas cuyo
objetivo cercano es evitar la mala conducta, pero que a largo plazo
son capaces de aumentar el reconocimiento y el prestigio, de
potenciar un autoncepto positivo en nuestros alumnos, estimular su
competencia y su sensación de valía personal.
Creo
que este principio psicológico, el reforzar las conductas adecuadas
y que son incompatibles con las problemáticas, es de los más
importantes y eficaces que podemos aplicar en clase. Se trata de
premiar de algún modo el que hagan algo que no puede hacerse a la
vez que estar distraído, o molestando a los compañeros. ¿Y cómo
se concreta esto? Veamos qué tipo de refuerzos podemos aplicar en
clase:
-
Refuerzo social: El refuerzo social consiste en decir a los alumnos, con entusiasmo y sin ironía, lo bien que lo hacen cuando esto es así. Normalmente lo usaremos como feedback a las respuestas que dan en clase. Es barato y poderoso. Funciona de manera excelente con los adolescentes, que están en una etapa de la vida en la que necesitan reconocimiento por encima de cualquier otra cosa. Necesitan apuntalar un autoconcepto positivo de sí mismos, y ser alguien dentro del grupo. Necesitan sentirse competentes en algo, así que si les damos indicios de que pueden ser buenos en nuestra disciplina, tenemos mucho ganado en el camino de la motivación.
-
Gestos teatrales: es una variante exagerada del refuerzo social. Cuando ya avanza el año, y hay una relación constituida y afianzada, se puede recurrir a ellos de manera esporádica ante respuestas excelentes o alumnos que les cuesta participar y responden bien. Hay que ser comedido para que el grupo no se alborote demasiado, y cada cual ha de calibrar si entra o no en su estilo personal. Un ejemplo comedido sería acercarse al alumno con cara muy sonriente y darle la mano, o chocar la mano, o hacer un saludo especial, diciéndole que es una respuesta extraordinaria. Es importante que suene auténtico, y no irónico. Otra, de tipo más humorístico, es decirle que le vas a hacer la ola. Hay profesores que, en grupos tranquilos, incluso ejecutan un baile ante las mejores respuestas.
-
Puntos por participar: Se trata de valorar la actitud positiva de los alumnos, de una manera objetiva, e indicando qué porcentaje de la nota final corresponderá a su participación activa. La participación ha de ser dinámica, así que apuntar quién lo hace ha de ser un proceso rápido. Yo recomiendo el mapa de clase, que consigue muy bien este objetivo.La manera de aplicarlo ha de seguir unas reglas precisas, para que consiga eliminar las conductas disruptivas
-
Sólo pueden responder los alumnos que alzan la mano, y que han sido elegidos por el profesor para responder. Si responde otro, su respuesta no es válida, independientemente de que acierte o no. Al principio les cuesta más a los que son impulsivos.
-
No se repite la pregunta. Se trata de que estén atentos, así que han de escuchar todo el tiempo por si se formulan preguntas. Si responde ¿Qué? Se pasa a otro alumno para que responda
-
MUY IMPORTANTE: No se ridiculiza a los alumnos por responder erróneamente, ni aunque el profesor crea que merecen una reprimenda. Nunca se hace un comentario negativo cuando un alumno se ofrece voluntario a responder, porque sería un castigo de la conducta adecuada, estaríamos haciendo que ese alumno no participara nunca más, y sería exclusivamente por culpa de la mala praxis del docente.
-
Esto
funciona muy bien porque mantiene a los alumnos en un estado de
alerta hacia lo que se está tratando, y por tanto evita las
distracciones y es incompatible con la conducta disruptiva. Es importante elegir la
dificultad de las preguntas al nivel del alumno que va a responder,
intentando que tengan experiencias de éxito, que nos den oportunidad
de añadir refuerzo social, especialmente si responden alumnos más
tímidos o que no participan tanto. Y como en cada grupo siempre hay
gente que participa mucho y otros nada, usando el mapa de clase
podemos preguntar directamente a los alumnos que no tienen puntos,
para darles opción de aumentar su puntuación en actitud, y
estimular a estos alumnos a participar dándoles refuerzo social por
sus respuestas
6.-
ELIMINAR LOS REFUERZOS POSITIVOS QUE MANTIENEN LAS CONDUCTAS
DISRUPTIVAS
Algunas
conductas que provocan desorden y caos en las clases se mantienen, a
pesar de los alumnos saben que pueden tener consecuencias negativas,
porque tienen la expectativa de recibir algún tipo de refuerzo, a
saber:
CONDUCTA
DISRUPTIVA
|
REFUERZO
QUE LA MANTIENE
|
Hablar
en clase
|
Evitar
el aburrimiento, placer de la comunicación
|
Hacer
chistes en voz alta
|
Ganar
status social en la clase, tener un rol en el grupo
|
Desafiar
al profesor
|
Resultar
atractivo al sexo opuesto, hacerse fama de valiente, ganar
liderazgo en el grupo
|
Molestar
a los compañeros
|
Atraer
la atención de los compañeros, evitar el aburrimiento, tener un
rol en el grupo
|
Conductas
de acoso (Bullying)
|
Ser
el centro de atención del grupo, Tener dominancia social
|
En
estos casos, es importante eliminar previamente la conducta de
refuerzo, consciente o no, que normalmente brindan los compañeros,
antes o al mismo tiempo de aplicar otras medidas, especialmente si
consideramos el castigo como la opción complementaria. Esto requiere
normalmente usar sesiones de tutoría con programas específicos, o
al menos, hacer evidente la situación y llegar a un consenso con el
grupo sobre la reacción de los demás ante este tipo de conductas
problemáticas.
7.-
MEDIDAS PUNITIVAS:
En
primer lugar, los castigos no son consecuencias
que podemos aplicar que
creemos que son
desagradables
para los
alumnos.
Y no tienen por qué suponer
estados de ánimo negativos en ninguno de los implicados. Eso
puede ser cierto en el lenguaje vulgar, pero
no sirve para ningún propósito considerarlos así.
Un
castigo es cualquier consecuencia que consigue disminuir la
probabilidad de aparición de otra conducta objetivo
"Cuando
eran pequeñas, solía bailar para mis hijas en la calle como premio
cuando hacían algo bien. Cuando llegaron a la adolescencia, y quería
castigarlas por algo que hacían mal...solía bailar para ellas en la
calle"
Esta
cita, al margen de su aspecto humorístico, nos orienta de que las
consecuencias pueden ser premios o castigos en función de lo que
provocan, es decir, si consiguen o no aumentar o disminuir una
conducta asociada. Para un adolescente, un castigo puede ser
simplemente ir al lado de su padre si considera que lleva una ropa
ridícula, y lo sabremos porque se negará a ir con su padre por la
calle en el futuro.
Un
profesor puede dejar a un alumno a la hora del patio castigado porque
habla demasiado en clase. Pero si la conducta asociada continúa, en
este caso puede ser por dos causas: o porque el quedarse en clase no
es un castigo (a él no le importa no salir fuera, ya que puede
entretenerse en el aula, o le gusta estar con ese profesor en
concreto) o como hemos visto, porque hay consecuencias positivas que
no estamos controlando, que tienen más poder que el castigo que
aplicamos.
Adelanto
que es mejor evitarlos, porque deteriora la relación con el grupo y
está demostrado que no consiguen fomentar conductas, sólo
eliminarlas, y siempre que
persista la amenaza de
castigo.
Las
medidas de castigo
minan la confianza en sí mismos de los alumnos, acrecientan su
inseguridad y contribuyen a bajar la autoestima.
Puede ser que en un clima
exclusivamente punitivo se consiga que los alumnos hagan cosas, pero
el precio que se paga por conseguirlo es demasiado alto.
Las
medidas de castigo han de estar referidas
a la conducta del alumno,
y no atribuirlas a su carácter ni a variables personales. Diremos
que se penaliza su comportamiento de hoy, no que es un vago, o que es
mala persona, etc.
Así
que si se aplican, han de ser proporcionales a la conducta disruptiva
y aplicados con un estado de ánimo sereno, para
que entiendan que las consecuencias están ligadas a su conducta, y
no a la ira del profesor.
No
obstante, son necesarias en ocasiones, ya que el refuerzo a veces no
funciona siempre por sí solo. O más bien, los alumnos han de saber
que esas medidas están ahí y que en casos graves podrían aplicarse
por parte del profesor. Hay profesores que las aplican muy poco, ya
que como hemos visto, el refuerzo de las conductas incompatibles con
las disruptivas allana mucho el camino. Pero hay determinados alumnos
que han de saber que el profesor no dudaría en aplicarlas si fuera
necesario, aunque no sea plato de buen gusto, del mismo modo que
sabemos todos que los policías son gente amable, pero no dejan de
llevar pistola cada día y la usarían en casos extremos.
Un
ejemplo de medidas de castigo que se usan en las aulas son las que
recogen los reglamentos de régimen interno. Hay algunas medidas que
son adecuadas, por ejemplo:
-
Avisar verbalmente al alumno de su mala conducta.
-
Repetir el aviso añadiendo las consecuencias más graves que pueden derivarse, si no declina su actitud
-
Amonestación por escrito: actualmente, a través del sistema ITACA
-
Retención en su tiempo libre
-
Llamar o citar a sus padres para que apliquen medidas.
-
Comunicarle al tutor la mala conducta persistente del alumno e instarle a que tome medidas correctivas o punitivas.
-
Derivar el caso al jefe de estudios para que instruya un expediente disciplinario
-
Expulsión del centro por un número variable de días.
Y
hay otras que son contraproducentes, como por ejemplo:
-
Expulsar a los alumnos de clase: para mucho es un premio, ya que se aburrían en la clase, y funciona como refuerzo negativo, en el sentido que se les elimina una consecuencia desagradable
-
Enviarlos a la biblioteca, sala de convivencia, despacho del jefe de estudios: por la misma razón. A veces es un premio, porque hay alumnos que hacen que les expulsen de sus aulas al mismo tiempo para coincidir en esos recintos supuestamente disciplinarios
Medidas
que normalmente suelen funcionar, aunque hay que evaluarlas en
función de si reducen o no las conductas diana:
-
Por faltas leves: dejarlos un minuto, o hasta tres, dentro del aula, cuando ya han salido el resto de sus compañeros, para ir a otro lugar o irse a casa después de las clases. Es fácil porque es el tiempo que tarda un profesor en recoger sus cosas para irse.
-
Retenerlos por tiempos cortos en función del número de amonestaciones que aparecen en ITACA (por ejemplo, 10 minutos en la hora del patio por amonestación)
-
Hacer que cumplan una hora extra de su horario semanal, cuando el resto de alumnos se van a casa.
6.-
EL CAOS HA LLEGADO A MI AULA...¿QUÉ HAGO?
Primero,
hay que considerar que hay momentos en los que la clase puede
convertirse en un caos. Y me refiero a un caos improductivo, porque
está claro que en planteamientos tipo Aprendizaje Basado en
Proyectos, a veces hay bullicio en el aula, pero se ve claramente que
se trata de un desorden productivo, en el cual los alumnos están
entusiasmados con la tarea y eso genera el ruido propio de las
conversaciones de trabajo. Aquí me voy a centrar en hacer que un
grupo esté centrado en el contexto de una clase más tradicional, de
tipo magistral.
Los
momentos de caos improductivos suelen ser los siguientes:
-
El inicio de la clase
-
Los momentos de transición hacia otra actividad
-
El estado de ánimo del profesor (y de los alumnos)
-
El final de la clase, o cuando se acumula el cansancio
Veamos
cómo reforzar la conducta incompatible con el caos, y otro tipo de
medidas, en cada uno de ellos:
A)
EL INICIO DE LA CLASE:
Éste
momento es el que sorprendió tanto a mi compañera Mari Ángeles,
porque es perfectamente posible conseguir que la clase comience
sin que el profesor tenga que pedir ni una sola vez que se pongan a
trabajar en silencio. Os digo cómo se puede conseguir:
A
principio de curso, insisto en explicar a mis alumnos que al
principio de la clase se hará siempre un ejercicio durante los
primeros 5-10 minutos. Yo me limito a entrar en el aula, escribir
el ejercicio en la pizarra, y automáticamente el tiempo empezará a
contar. El tiempo es limitado, así que cuando se acaba, paso y
reviso si está hecho o no, alumno por alumno. Yo aprovecho para
leerlo rápidamente y dar feedback en su corrección, y si ha habido
un intento genuino de hacerlo bien, les pongo un sello con la fecha
(en inglés, para evitar falsificaciones) lo cual duplica la
puntuación del ejercicio. No pongo el sello si está hecho
precipitadamente (porque han perdido el tiempo o han llegado tarde a
clase, aunque en estos casos normalmente no les sello el ejercicio
simplemente porque no lo han terminado) Es importante constatar que
no se puntúa por el resultado, sino por el proceso. Después se
corrige y los que tenían errores pueden rectificarlos.
Una
ventaja adicional para el profesor es que se evita llevarse una
montaña de libretas de ejercicios para corregir al final de la
evaluación. Todo se evalúa se corrige y en el momento. Cuando nos
examinamos del tema, simplemente recojo todas las hojas de ejercicios
y sumo las puntuaciones en una columna de mi programa de evaluación,
lo cual puedo hacer rápidamente en 15 minutos. Yo opto por un
sistema de puntuación simple, que es un punto por ejercicio hecho y
otro punto por cada sello. La suma total va a la columna
correspondiente.
Durante
esos minutos iniciales que ellos hacen esa tarea, yo aprovecho para
poner en ITACA los alumnos que faltan. Dado que uso un mapa de clase,
con puestos asignados fijos a los alumnos, sólo tengo que mirar los
huecos para saber quién falta, y en dos minutos he terminado.
Este
sistema sencillo me permite varias cosas a la vez:
-
Se refuerza una conducta incompatible con el desorden inicial: hacer una tarea
-
Crea una rutina al inicio de la clase conocida por todos, que no requiere ninguna instrucción por el docente.
-
Se consigue centrar a los alumnos en el tema sin ningún esfuerzo ni energía por parte del profesor
-
Se aprovecha el momento para tareas administrativas: señalar ausentes, retrasos
-
Fuerza a los alumnos que cambian de aula a llegar pronto, porque de otro modo no tienen tiempo de hacer los ejercicios iniciales y van perdiendo puntos
-
Aisla a los alumnos disruptivos o poco motivados para trabajar, ya que aunque ellos no quieren hacer la tarea, todos los demás sí, y por tanto, no tienen compañeros con los que hablar en ese momento. Se quedan de brazos cruzados y en silencio, los demás suelen espetarles que les deje en paz para acabar su tarea.
El
sistema funciona tanto con grupos buenos como malos. En los mejores
grupos funciona tan bien que he llegado a poner el ejercicio en la
pizarra antes del recreo, para tenerlo listo después de que tocara
el timbre, y en las ocasiones en que me he detenido en el pasillo a
hablar con un compañero, y he llegado dos o tres minutos tarde, me
he encontrado al entrar al grupo trabajando en silencio, sin que yo
estuviera presente, sin que nadie les dijera nada. Una vez creada la
rutina, el sistema funciona sólo.
B)
MOMENTOS DE TRANSICIÓN A OTRA ACTIVIDAD:
La gran mayoría de los
docentes sabemos que en secundaria ya no existe la posibilidad de dar
una clase magistral de 55 minutos, así que nos hemos habituado a
cambiar de actividad varias veces en la misma sesión, a veces más
como medio de conseguir mantener la atención que como respuesta a
cualquier objetivo pedagógico. Pero los alumnos que perciben que la
transición puede tardar algún minuto (porque buscas una fotocopia
que hay que repartir después, o ejecutas un programa de ordenador
para proyectar, etc) automáticamente inician una conversación
trivial con sus compañeros, y esto puede ser difícil de reconducir
en algunos grupos.
Algunos profesores recurren a
hacer gestos, alzar la voz, empezar sin que nadie les haga caso a ver
si reaccionan, esperar en silencio usando su miranda como "espada
láser", etc.
Esto al final funciona más o
menos, pero gasta mucha energía por parte del profesor, y hace que
acabe la sesión, a veces no con tensión o enfado, pero sí
frecuentemente con la conocida sensación de agotamiento mental.
Para evitar esto, lo importante no es el ruido o no que armen, sino
la sensación de control sobre la situación que se tenga del grupo.
Y no sólo por parte del profesor, sino también por los alumnos, lo
cual es más importante.
Por tanto, el profesor ha de
dar alguna instrucción cuando se avecina ese momento (inclusive si
es sobrevenido, como una conversación con alguien que aparece por la
puerta). El método para reconducir la situación que propongo es el
siguiente:
-
Se les da uno o dos minutos para discutir una cuestión con su compañero, y luego ha de compartir con el grupo la conclusión. Para reforzar la conducta de trabajo, después se puntúan las respuestas por cada intervención, en el mapa de clase.
-
El profesor ejecuta un gesto que los alumnos conocen para pedir silencio, y mira a su reloj. El grupo obtiene un punto/alumno si hay silencio antes de que acabe el tiempo establecido (yo les doy 10 segundos). Mi gesto es levantar la mano cerrada y abrir un dedo cada dos segundos. Si no hay silencio cuando la palma está extendida, no hay premio para nadie.
-
Si esto no funciona y es importante conseguir la atención, se pueden aplicar adicionalmente medios punitivos. Yo normalmente voy cerrando mis dedos cada dos segundos, y al pasar los 10 segundos adicionales, voy diciendo nombres de los alumnos que menos atención prestan, los cuales han de quedarse un minuto adicional cuando suene el timbre. Normalmente, cuando pronuncio el tercer nombre, ya nadie habla. No suelo caer en la tentación del "minuto para todos porque todos hablan" ya que se suele considerar una medida que incluye a alumnos con buen comportamiento, y genera una confrontación innecesaria, ya que siempre hay alguien que argumenta que no merece el castigo, y es posible que tenga razón. Así que mi consejo es ir apuntando uno a uno en el mapa de clase, hasta donde se llegue para conseguir el silencio.
C)
EL ESTADO DE ÁNIMO DEL PROFESOR (Y DE LOS ALUMNOS):
En este apartado voy a hablar
de algo muy conocido por todos los docentes: el estado de ánimo con
que entramos en el aula es algo que se contagia muy rápidamente, así
que hemos de ser capaces de modularlo en función de las necesidades
del grupo.
También es cierto que parte
del ánimo y del estado de activacióh de los alumnos depende de
factores ajenos al profesor, por ejemplo muchos eligen en la
desiderata dar clase a primeras horas. Creo que serían todos, si las
cargas familiares no hiciera que algunos tuvieran que renunciar a las
primeras horas. Esto es porque al llegar el estado de ánimo de los
alumnos es más bajo, más tranquilo, y que se van activando a medida
que avanza el día. Por la tarde, normalmente están tan alterados y
cansados que el rendimiento es el peor del día, así que los
argumentos acerca de los beneficios de la jornada partida no suelen
ser pedagógicos, sino sociológicos, ya que así el centro educativo
sirve para que los padres puedan prolongar su jornada laboral sin
preocuparse de dónde dejar a sus hijos en ese tiempo. Pero esto es
otro tema que requiere un artículo aparte.
Así que me voy a centrar en lo
que podemos hacer nosotros. Dado que es difícil que tengamos la
suerte de tener sólo las primeras horas de clase, es necesario
contar con otros recursos para modular el ánimo del grupo, cuando
éste es demasiado alto. Y también qué podemos hacer para no
empeorar una situación desbordada emocionalmente.
Dentro del aula parezco el
mismo, pero soy otra persona
Esto no significa que tengamos
que cambiar de personalidad, o que nuestra conducta sea
diametralmente diferente a cómo somos. Lo destaco porque ser
profesor es un rol, y como tal, tenemos que intentar no sólo
centrarnos en los aspectos académicos, como usar un lenguaje
normativo, más formal, o con la jerga propia de nuestra disciplina,
pero eso no es lo fundamental. Sabemos que las clases pueden ir muy
bien con lenguaje más cotidiano, ya que nos acerca a nuestros
alumnos. El asunto crucial es el estado de nerviosismo o
relajación con que estamos en la clase. Porque nuestro estado de
ánimo, especialmente el negativo, se contagia rápidamente al grupo.
Y a veces es un auténtico reto, ya que venimos de otros grupos que a
veces han llevado nuestra paciencia al límite, o simplemente
llevamos acumulado mucho agotamiento mental, intentando mantener el
orden en grupos repletos de alumnos sin mala fe, pero que como
Obelix, de pequeños se cayeron en un caldero lleno de alguna bebida
energética.
Hay que esforzarse por estar
mucho más calmado, ser mucho más paciente y tener más autocontrol
que en el resto de nuestra vida personal. Esto nos transforma en
otra persona al entrar en el aula, y es lo que hace tan difícil el
trabajo del profesor, en el que parece que se trabaja tan poco. El
llegar tranquilo a clase, a pesar del mal día que estamos teniendo,
no es algo que sea innato. Quizá más fácil para algunos, pero es
algo que se puede entrenar, y es muy necesario para algunos docentes.
Yo he llegado a oir gritos de ira de algún compañero desde el otro
extremo del pasillo.
La solución a esto puede
llegar por la meditación, el yoga, etc...pero lo que yo propongo es
más rápido de entrenar y muy eficaz, y es el entrenamiento en
relajación siguiendo el método de Jacobson, una técnica muy
habitual en la terapia psicológica. Aunque inicialmente se tardan 15
minutos en conseguirse, a medida que se progresa en la técnica se
acortan los tiempos, hasta llegar a una relajación mental que
necesita tan sólo un minuto, y concentra todo el poder de lo que
antes se conseguía en 15, con manejo de la respiración y la
contracción/distensión de grupos musculares. En menos de dos meses
se puede tener un dominio de la técnica, de manera que seríamos
capaces de manejar el estrés que conlleva la docencia, siendo la
primera consecuencia positiva el aumento del bienestar a pesar de las
circunstancias adversas. Así que lo que hemos de hacer es gastar un
minuto en bajar nuestro nivel de activación entre clase y clase,
siguiendo la técnica de relajación mental. En casos más extremos ,
puede ser necesario el uso de técnicas cognitivas, ya que hay
docentes que tienen tendencia a los pensamientos inflamatorios
automáticos, lo cual desencadena una emoción muy intensa y negativa
en muy poco tiempo.
De acuerdo, puedo entrar en un
estado Zen en un aula, y eso seguro que repercute positivamente en
mis alumnos. ¿Pero qué pasa si entro y aquello es una batalla
campal? ¿No sería más lógico coger un cabreo y leerles la
cartilla? A veces es la única manera de acabar con el desorden de
conducta del grupo, ¿No?
La respuesta es no. No hay que
coger un cabreo descomunal. No se trata de alterarse emocionalmente
para conseguir el objetivo. Es cierto que en casos extremos hay que
ejercer autoridad, pero eso no significa dejarse llevar por la ira.
Se trata de hablar con firmeza y aplicar los protocolos para esos
casos. Es muy importante no improvisar consecuencias negativas, ya
que es necesario que los alumnos conozcan qué puede ocurrir si
deciden perpetrar determinadas conductas, individualmente o en grupo.
Así que hablaremos en un tono más alto, sin gritar, con firmeza,
con tranquilidad, y anunciaremos qué conductas disruptivas están
teniendo lugar, quién las está ejecutando y cuáles son las
consecuencias que conlleva. Si somos firmes, pero estamos
tranquilos, los alumnos tienen menos probabilidades de entrar en una
escalada emocional y llegar a un conflicto violento.
El ser profesor es un rol, y es
un rol que requiere mano de seda y puño de hierro. Ser cortés y
suave en el tono, pero muy consistente, muy congruente con las
consecuencias, tanto positivas como negativas. Y esto es crucial, es
muy importante, porque aplicar consecuencias negativas sólo lo
suelen entender los alumnos como ligado a su conducta si estamos
tranquilos. Si estamos alterados, lo que pensarán es que es algo
personal contra ellos, que "les hemos tomado manía" y no
llegarán nunca a hacer la conexión entre la mala conducta y las
consecuencias que les aplicamos. Así que si estamos alterados, es
mejor citarlos para luego, cuando ya estemos más relajados, para
explicarles la situación y lo que va a ocurrir como consecuencia.
Otro momento delicado es cuando
el grupo está tranquilo, y el profesor hace bromas o usa la ironía
para amenizar su exposición. Esto normalmente funciona bien, pero en
ocasiones hay alumnos que lo malinterpretan, pensando "hoy está
de buen humor, así que vamos a hacer la clase de hoy una fiesta".
En este caso, dado que suelen ser los mismos, conviene hablar con
ellos en privado y explicarles que el humor es una técnica más que
se usa en las clases, y que no es la indicación de que hay barra
libre para montar jaleo. Normalmente lo entienden, pero si no es así,
se puede recurrir a técnicas punitivas, como ya hemos tratado.
D)
EL FINAL DE LA CLASE, O CUANDO EL CANSANCIO ARRECIA
Se
suele citar en publicaciones que el nivel de atención sostenida por
año de edad de
los alumnos es de aproximadamente entre
3 y 5 minutos. Para el adulto el tiempo máximo de concentración es
de, en promedio, de 45 minutos. Para un adulto entrenado, o sea un
adulto que estudia de forma regular, o requiere de concentración
durante largos lapsos de tiempo, puede aumentar este tiempo a un
promedio de 50-60 minutos.
Así
que es esperable que hacia el final de la clase la capacidad de
atender no sea muy buena, pero esto ya lo sabemos todos.
Así
que para esos momentos finales, siempre hay que guardar alguna
actividad que sera lo suficientemente interesante como para conseguir
que también sea productiva, esto es, que realmente nos permita
conseguir algún objetivo educativo y no sea simplemente una pérdida
de tiempo.
Yo
personalmente, tengo algún vídeo preparado para cada clase, que
proyecto en 5-10 minutos, dejando otros 5 minutos para comentarlo o
hacer preguntas a los alumnos. Lo que se haga al final tiene que
tener también refuerzo positivo, así que yo premio las
intervenciones, a veces con algún punto adicional.
También
se puede reservar 5 minutos finales para contar alguna anécdota
académica o personal ligada al tema. Esto suele tener tirón entre
los alumnos, y puede hacer que mantengan la atención hasta el final
sin problemas. Otra posibilidad es la de hacer que los alumnos
cuenten algo relacionado con su experiencia personal. Normalmente a
mitad de clase esto suele descarrilar el tema, pero en los últimos
minutos puede servir para afianzar la comunicación y la confianza
con los alumnos.
Otra
estrategia importante es acabar la clase con un mensaje positivo para
el grupo, si es posible, que reconozca su esfuerzo durante toda la
hora, y agradecerles su atención. La aplicación consistente y
continuada del refuerzo social, del reconocimiento de su esfuerzo, va
a hacer que el clima del grupo mejore significativamente, y que
cuando haya que criticar algún comportamiento disruptivo, los
alumnos perciban al docente como más objetivo, ya que también ha
dado muestras de ser capaz de reconocer sus méritos.
7.
CONCLUSIÓN:
Cuando hice el curso de cocina
al que me apunté el año pasado, la profesora me dió bastante
teoría sobre tipos de preparación de alimentos, e incluso nutrición
y algo de química básica, pero sobre todo me dió muchas recetas. Y
no hubiera aprendido a cocinar en absoluto sin esas recetas.
Los artículos de algunos
pedagogos sobre temas educativos suelen ser, en mi opinión, bastante
decepcionantes en general, porque serían como cocineros que teorizan
a todas horas, citan a otros cocineros famosos, pero rara vez te dan
una receta para cocinar. Incluso suelen despreciar a aquellos que se
atreven a considerar el dar recetas como algo adecuado. El resultado,
en mi opinión, es que sin ejemplos prácticos y detallados, sin
recetas, el avance educativo del grueso de lo que ocurre en las aulas
ha cambiado muy poco en los últimos siglos, y las propuestas
teóricas de algunos de estos pedagogosse quedan en modelos
experimentales que aplican unos pocos.
En esta exposición me he
esforzado de alejarme del planteamiento puramente teórico que suele
ser común en las publicaciones pedagógicas, y dar también las
recetas que conozco como ejemplo, para que las uséis tal cual, o las
modifiquéis para conseguir que en vuestras clases se cocine el
conocimiento en su punto adecuado, sin demasiado rigor ni excesiva
indulgencia. Espero que al menos, el aroma sea apetecible.